Tragedia y redes criminales

PAULINO CÁRDENAS

La tragedia que ha estremecido a México sucedida en Hermosillo, Sonora, sólo tiene una explicación: fue producto de las redes criminales que desde siempre han existido en el país -y en muchos otros- en donde priva el compadrazgo, el tráfico de influencias, el valemadrismo y el háganle como quieran porque aquí sólo mis chicharrones truenan, por la simple razón de que se sienten protegidos por el sagrado manto del poder político. Por supuesto, no hay detenidos.

Producto del tráfico de influencias que se manejan desde las altas esferas del poder público, el incendio de la Guardería ABC y la muerte de al menos 44 niños, destapa una cloaca en la que se han convertido las redes de relaciones políticas, como las que señalan al gobernador Eduardo Bours y distinguidos militantes del PRI en Sonora. y,  aunque se haya puesto en duda, algunos de ellos con nexos familiares en la cúpula del poder panista.

Todos lamentamos el terrible infanticidio, culpa de funcionarios federales, estatales y municipales negligentes, coludidos en un evento en el que, como siempre, se la quieren sacar con la muletilla del consabido “llegaremos hasta sus últimas consecuencias, caiga quien caiga”, pero que nunca llegan a nada ni caen los que deberían caer por negligencia criminal para ser procesados y encarcelados. Eso está visto. Por ahora son dos los funcionarios menores a los que se le ha pedido su renuncia.

El esquema como actúan los traficantes de influencias son iguales aquí y en China. A pesar de ocupar una función pública en la que deberían actuar con probidad y rendir cuentas con transparencia de lo que hacen con sus cargos, sus recursos y sus actos, acuerdan en conciliábulos secretos sus repartidas de pastel, valiéndoles un sorbete la ética y la ley. A hacer negocios se ha dicho.

Quienes participan en esa cadena de favores creen que abusar del poder y traficar con las influencias es cosa común y corriente y son la base del ideal de estar en puestos privilegiados, creyendo que eso les da derecho a hacer y deshacer, pasándose por el arco del trinfo todos los principios normativos que creen que están hechos sólo para los funcionarios tontos no honestos.

Los casos abundan cada sexenio de donde surgen al final comaladas de funcionarios millonarios, quienes amparados en el poder que les da el cargo público, creen que todo lo que hagan son derechos del soberano, legitimados por la supuesta decisión de los súbditos, por lo que nadie debe discutir sus actos, como en el caso de las concesiones de las guarderías infantiles, y miles de concesiones más que, si se le rascara tantito, saldrían toneladas y toneladas de porquería.

Quienes están en la cúspide administrativa sienten que forman parte de una casta privilegiada que tiene derecho a todo, incluso a transgredir leyes y reglamentos de orden jurídico porque, amparados en el cargo que ostentan, consideran contar con potestades metaconstitucionales de independencia total para hacer lo que les venga en gana.

Pónganle el nombre que quieran, del sexenio que quieran, del gobierno que quieran, federal, estatal o municipal,  todos resultan iguales, incluso algunos mucho peores. Son las redes criminales que han llenado el anecdotario de las leyendas negras que abundan en nuestra historia administrativa en la era moderna y antigua de México. De nuestro pobre México tan rico en recursos pero que han sido saqueados cada sexenio por funcionarios sin escrúpulos.

Sólo para recordar, ahí están los casos de Acteal, de Atenco, de los hijos de Martha, de los esfumados excedentes petroleros, de la pederastia en donde hay funcionarios coludidos, de los contratos de la familia Mouriño, de los Salinas de Gortari, del New’s Divine, de Stanford, del Fobaproa.

Pero también de los abusos de la privilegiada banca en manos extranjeras, del crimen organizado en donde priva la impunidad por las colusiones de las mafias con funcionarios públicos, de la partidocracia que le ha cerrado el paso a la democracia, y un millón de etcéteras más que forman parte del negro expediente de los caciques del poder.   

Encima de la crisis integral que está poniendo en riesgo al país se dan hechos como la lamentable tragedia de Hermosillo, que sólo vienen a mostrar que, como van las cosas, el nuestro es un sistema que no tiene remedio. Habrá que hacer algo para cambiarlo ¡ya! En las urnas se ve muy difícil lograr ese cambio. Sólo falta que alguien de fuera, por seguridad propia, se ofrezca generoso a hacerlo por nosotros. A su modo, claro. 

escaparate@paulinocardenas.com

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